Te EsPeRo Baj0 La LLuViA

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Tuesday, October 10, 2006

cuentos de quique gonzález

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CERTEZA

Vinieron a buscarte y les dije que no estabas. Que ya habían pasado otros llevándose a la gente. Les dije que muchos fueron transportados a través del mar. Y que no sé cuántos se han perdido en el desierto, mientras huían.
Ellos hablan otro idioma.
Los acompaña un traductor.
Les dije que no te extraño tanto porque te llevo en el corazón. Pero el traductor no supo explicarles bien y ahora están por abrirme el pecho con una daga.
Necesitan corroborarlo.-

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TEXTO CONTRADICTORIO

(...) Cuando estamos lejos te quiero más y más y más, pero cuando te tengo enfrente, ahí, a un milímetro, me digo:
-¿De esto me enamoré? ¿De esta cosa que deseo con toda mi alma porque logra lo que nada logra? De esta cosa tierna, que me conmueve hasta la médula porque no sé bien qué es, quién es, ni por qué en este momento se coloca un dedo en la nariz y a mí me causa tanta gracia que me hace sentir que la vida se instaló adentro y en cada poro de mi piel y en cada botón de la camisa que te desabrochás para que ambos veamos de qué color está mi corazón hoy-.

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LOS ALFILERES DEL '82

-- Hoy es mi cumpleaños--, recordó Pedro despojándose del arma. Las correas le habían dejado marcas en la espalda. No las vio; las imaginó: juellas de borde hundido en la carne.
Su compañero de guardia dormía en el "pozo de zorro". Los demás recorrían la zona delante del cabo primero. Resbalaban, caían, reían. Torpes, pensó ]Pedro, se caen porque son torpes.
Mordió la medalla de identificación y la soltó para que la cadena la devolviese al interior de la ropa. No escucharon cuando dije que era mi cumpleaños, que deseaba festejarlo. Torpes.
La isla estaba muda. En esa bahía, los alfileres de escarcha también caían. De punta. Su compañero seguía durmiendo.

Pedro miró sus borceguíes. Cristales en el cuero. Barro en la suela. Los limpió con una faja de estopa. Los lustró ansioso de tener los pies cubiertos de brillo el día de su cumpleaños.
-- Hoy cumplo diecinueve--, dijo.
Las gaviotas no hacían compañía. Simulaban darla. Cuando Pedro consideró que sus borceguíes brillaban como había deseado, se levantó, recogió el arma y ubicó las correas en su lugar. La hilera de llagas no dolía.
Caminó alrededor del pozo, con la vista apagada. Los arbustos de la isla, bajos y secos, lastimaban la ropa. Pedro quitó una espina de la chaqueta verde, sin que su vista se encendiese.
Por las risas de los otros y los gritos del cabo primero, supo que los demás estaban lejos, regalando sombras claras a la orilla. El compañero silbaba soplidos dentro del pozo. Pedro, cansado de dar vueltas, imaginó una torta. La torta. Van a cortar la torta. Quiero el centro, con la cereza y el adorno de crema.

Con los dientes, capturó la cadena que rozaba su cuello. La medalla se detuvo en la nuca. Sobre algunos eslabones se fue formando una capa de saliva, a la que se agregaron, magnetizados, diez o doce alfileres transparentes.
Los globos. Pum. Pum. Pum.
Varios estallaban. Y escuchaba los gritos, como cuando le habían festejado el décimo cumpleaños: ningún globo sano.

Recuperó la vista, sintió frío, despegó los dientes de la cadena, sintió miedo, y ganas de ser sordo, de no enterarse de nada.
En la costa, las sombras eran rojas. Y no existían gaviotas. No más risas. Ni gritos.

La verdadera tristeza lo obligó a olvidar momentáneamente la fecha. Entró al "pozo de zorro" para despertar al compañero.
-- ¡Bajaron a los torpes!¡Los mataron a todos!--.

Permanecieron en el pozo hasta que fueron localizados.
Ninguno de los dos tenía medalla de identificación. Ni cadena.
Ambos cantaban el "feliz cumpleaños".
Llevan todo este tiempo cantándolo.-


(escrito en 1985, seleccionado en certamen de cuentos organizado por Del Castillo Editores en 1986)

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LA MESETA (guión para historieta)

Ahora este lugar es desértico, y no volverá a ser lo que era, dice la leyenda.
Algo sucedió a partir del episodio de la mujer del pescador y de su hijito, opinan los supersticiosos.

La mujer del pescador conocía el viento por dentro.
El viento le volvió saladas la piel y el alma.
Perdió a su hijo por ir siempre a la meseta.
Ella era viuda. Una tormenta, en pleno invierno, se había devorado al pescador.
Desde entonces no hablaba con nadie.
Se internaba todas las mañanas en la meseta, porque no quería saber nada con el mar.
Fue una desgracia que cuando el chico comenzó a caminar siguiera llevándolo a la meseta.
Una tarde se distrajo mirando la nada y el chico se fue.
Lo buscó desesperada durante horas.
El panadero, que pasaba por ahí, la llevó en su auto a lo largo de varios kilómetros.
Revisaron el cielo y la tierra.
Hasta ahí es lo que se sabe "a ciencia cierta".

Algunas crónicas de la época sugieren (no lo afirman) que el niño habria sido finalmente hallado "sano y salvo" (lo habría cuidado una campesina).
Sin embargo, en el lugar quedaron las sensaciones, los olores de aquella pérdida, como si el tema no se hubiera resuelto.
Luego del supuesto "reencuentro", la muajer del pescador y su hijo habrían dejado el lugar para siempre -apuntan (como una posibilidad) las crónicas que nadie parece haber leído aquí-.

Lo cierto es que en este sitio perdura la leyenda del pequeño perdido, como si nunca hubiese reaparecido.
Es una leyenda con distintas versiones.

Uno de los cuentos dice que la madre nunca lo encontró y que el niño -la primera noche que pasó solo en la meseta- se durmió junto a una enorme planta que, como hacía mucho frío, lo acunó y le dio calor, y como el frío seguía, se lo llevó para adentro.
Y desde entonces el niño habita esa planta.

Los niños del pueblo no comen frutas. Ni naturales, ni envasadas. Creen que el chico perdido puede estar en cualquiera de esas latas que se abren o en cualquiera de las papas que se pelan rápidamente.
Sienten terror de sólo pensar que el simple filo de un cuchillo les dé la razón.
Otros dicen que no lo tragó la planta, sino que se crió entre liebres y conejos.
Como algunos involucran al panadero también en la ficción, los niños no comen pan.
Ni pescado comen, porque el chico perdido era hijo del pescador que nunca fue hallado.
¿Qué comen entonces?, cabe preguntarse.
No es verdad que no se alimenten.
Se devoran las patas de las sillas, el revoque de las paredes, las piedras. Absorben los caminos enteros, se tragan la lluvia.

Por eso, dice la leyenda, esta zona estará eternamente desnuda.-
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